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“El consumidor es responsable del 42% de la comida que acaba en el contenedor; la fase de fabricación, del 39%; la restauración, del 14% y la distribución, del 5%”, según las cifras publicadas en la página web del ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno español. Con estos datos se lanza la siguiente pregunta: ¿Comprarías una fruta o una verdura con una imperfección estética?

¿La estética gana a la calidad?

Para ser más exactos, son los cánones de estética los que hacen que una fruta o verdura no termine en un supermercado. Cualidades en las que prevalece la parte estética más allá de la calidad: Frutas y verduras deformadas o por tener un tamaño menor al estandarizado. Así lo detalla la Organización  de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO): “la mayoría de las pérdidas que se producen en la fase de fabricación se deben a cánones estéticos que nada  tienen que ver con la calidad”

Según hemos podido conocer, el Observatorio del Desperdicio Alimentario trabaja por hacer que estos alimentos ‘descartados’ por su estética puedan venderse con algún tipo de rebaja fiscal.

Tanto el sector de la agricultura como el de la industria alimentaria se ha mostrado contundente ante dicha situación señalando que “Mientras tengan los mismos parámetros en términos de calidad del producto nos parece bien que estos alimentos ‘feos’ no se desechen”, según información publicada por el Heraldo.

¿Nos gusta comer por los ojos?

Lanzamos las siguientes frases al aire:

  • Algunas frutas y hortalizas con formas extrañas no indican que estén en mal estado.
  • En ocasiones se pueden apreciar costrillas que pueden ser un indicativo que de están libres de pesticidas.
  • Los insectos pueden provocar pequeños agujeros en la piel sin que esto suponga ningún riesgo.

Así pues, la FAO sugiere que cambiemos nuestra percepción a la hora de valorar una fruta o verdura por su aspecto, imperfecto o no tanto. Es aquí cuando esta frase cobra relevante importancia: lo importante está en el interior.

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